Por Rainiero Patiño Martínez
Muy pocos himnos pueden cantar tales hazañas. Lo más seguro es que esta página no alcance para contar el milagro. 18 años de buen gobierno merecen muchas más líneas y varios álbumes de fotos. Guayaquil es hoy una maravillosa evidencia de renacimiento urbano, la ciudad con la que muchos soñamos, la que con trabajo, participación y liderazgo podríamos lograr. Más que una propaganda institucional es un mensaje de autosuperación y de sentido de pertenencia, un espejo donde valdría la pena escribir un par de felices versos.
Son las cinco de la tarde, a pesar que es miércoles, una brisa de apacible soledad se esparce por las aceras de las calles del centro de la ciudad. La imagen es la de un día festivo colombiano, pero hay mucha gente dentro de los locales comerciales, donde deben estar. A pocas cuadras de allí, una pareja de amigos caminan desprevenidos por el Malecón 2.000, a orillas del río Guayas, la obra insigne de la reconstrucción de la ciudad y el primer gran paso del cambio cultural, 2,5 kilómetros de adoquines y zonas de esparcimiento, un sendero mágico.
Por similitudes geográficas con las ciudades del Caribe colombiano: atravesada por un río y a muy pocos kilómetros del mar, e invitados por la Fundación Cideal para la investigación y cooperación, Guayaquil, la capital industrial y comercial del Ecuador, fue el destino escogido para que delegaciones de Barranquilla y Cartagena palparan el exitoso modelo de reconstrucción.
Durante cinco períodos administrativos seguidos, dos palabras se han convertido en la bandera de esta ciudad de alrededor de 3 millones de habitantes: Regeneración Urbana, al punto que ya muchos libros y estudiosos del mundo lo tienen entre sus referencias. Con una inversión promedio de US $30 millones al año ha pasado de ser una ciudad extremadamente caótica a ser reconocida como ‘La Perla del Pacífico’.
Las heroicas y románticas hazañas de José Joaquín de Olmedo, primer presidente de la región, sobreviven hechas monumentos junto a espacios organizados, aceras despejadas y jardines recién podados.
Una oposición productiva. El actual presidente del Ecuador, Rafael Correa, nació en Guayaquil el 6 de abril de 1963. Irónicamente esta es la única ciudad de la República donde no ganó en las últimas elecciones. La razón es muy sencilla, el pueblo guayaquileño se siente totalmente identificado con el pensamiento y la labor del Partido Social Cristiano.
A la cabeza del movimiento está Jaime Nebot, convertido ya en una figura casi mítica de la política ecuatoriana. Un hombre de palabras directas y actuar decidido. Un presidenciable para muchos, líder de talla mundial para otros, y un simple mandatario con ínfulas de ‘dictadorcito’ para otros cuantos.![jaime nebot alcalde-de-guayaquil](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_uLRHg8umKNpobxa9uWqq9fYAmK1iN5RjbxG5rZ5htHVoQXubyqLu4TUZXk0TC4fJB5gsYKz81nMxSUSdCmzwJukOBaUx9kXJF5xHPNgQgjOHmeNra_QAgzO73XwfYy24tFc2zL16Qh4MspqoJ3hCKrYsysvGX3hVJ-f91z7A=s0-d)
El ingeniero Gustavo Zúñiga, director de la Corporación para la Seguridad Ciudadana de Guayaquil, entre otras cosas, es en cierta medida el responsable de muchos de los cambios maravillosos que han ocurrido en la ciudad. Él es uno de los herederos, junto a Nebot, del bastón de mando de el ex presidente y dos veces ex alcalde León Febres Cordero. Zúñiga tiene entre sus manos cuatro de las más grandes responsabilidades de la urbe: Seguridad, Aseo, Mercados y Espacio Público. Es un secretario de despacho con cuatro grandes tareas. Desde una especie de búnker ubicado en un barrio humilde de la ciudad, Zúñiga controla todos los movimientos de la ciudad.
Con 430 cámaras y 20 operadores se vigila el más mínimo detalle. Desde un raponeo callejero, pasando por una emergencia médica hasta un amenaza de bomba pueden ser controladas con una simple llamada. La respuesta es una impresionante secuencia cinematográfica.
42 mercados sectoriales. Son muchos los aspectos que merecen ser cantados como impresionantes odas para que naveguen de boca en boca y se esparzan. Como todas las grandes ciudades latinoamericanas el centro de Guayaquil estaba inundado de miles de vendedores ambulantes y estacionarios que generaban caos para propios y visitantes. “Las condiciones en los mercados eran crímenes de lesa humanidad”, dice Zúñiga mientras se fuma su décimo cigarrillo de la tarde.
Todos, incluidos los dirigentes, cuentan que nadie creía en el proceso de reorganización del Centro cuando este se inició. Hoy casi 20 mil comerciantes están organizados en 42 mercados sectoriales y en una gran Central de Transferencias, que es un gigantesco centro de abastos, donde se realiza el acopio de los productores de las regiones con los mayoristas y los pequeños comerciantes.
La Central es una pequeña ciudad que mueve diariamente alrededor de 900 toneladas de alimentos, donde trabajan 3.500 personas e igual número llega a abastecerse. Una gran receta de sabores de la sierra y de la costa ecuatoriana se funden allí.
“La reubicación no fue fácil. Hay que mirar el mundo desde las dos caras de la medalla. El secreto fue tratar a los comerciantes como lo que son: socios”, dice Zúñiga, tratando de explicar. “Sin embargo, es importante dejar claras las reglas del juego. A ellos había que garantizarles que no iban a tener competencia ilegal”.
Uno ve todas esas cosas y piensa en lo cercano, en lo que nos satura los sentidos. Bazurto o Barranquillita y lo que podrían ser. Los caños del mercado y el Cerro de la Popa. El cuadrante del Centro Histórico de Barranquilla y sus heridas sangrantes. En el río, el imponente Magdalena y sus riberas, las aguas ocres que esperan algún día poder inundar tantas páginas de milagros como los de Guayaquil, pero con maravillas más allá de la triste cotidianidad de la tragedia y la supervivencia. Uno ve todas esas cosas, y se da cuenta que las letras no alcanzan para contar ese milagro.
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