martes, 24 de junio de 2008

Médicos, asesinos en serie

Copiado y pegado de La Ciencia de tu vida.



Quizá le sorprenda saber que la medicina ha proporcionado más miembros a este macabro club que el resto de las profesiones juntas. Por poner unos cuantos ejemplos: los crímenes más atrozes jamás realizados fueron cometidos durante la II Guerra Mundial por médicos nazis, dedicados en cuerpo y alma a la limpieza étnica, y por médicos japoneses, que desarrollaban armas biológicas. El asesino político por excelencia fue uno de los líderes de la Revolución Francesa: Jean-Paul Marat, médico para más señas: “para asegurar la tranquilidad pública deben contarse 200.000 cabezas”, escribió. El sanguinario dictador haitiano “Papa Doc” Duvalier era al principio un “humanitario” especialista en enfermedades tropicales.


¿Cuál si no era la supuesta profesión del asesino más famoso de toda la historia, Jack el Destripador? Quizá sirvió de inspiración al médico Thomas Neill Cream, el “asesino de prostitutas”, el primer criminal en serie colgado en Gran Bretaña en 1892. El peor de Francia fue el Dr. Marcel Petiot, que mató a un centenar de personas durante la II Guerra Mundial para quedarse con sus posesiones. Claro que tampoco se puede dejar de lado al Dr. Veneno, Michael Swango, que asesinó a muchas personas en África en los 90.


Tampoco se quedan atrás a la hora de enfundar el traje de pino a sus familiares. Eso sí, usando métodos propios de su condición: B. C. Hyde (un nombre muy apropiado) asesinó a 4 familiares políticos con cianida y estricnina a principios del siglo XX para quedarse con la herencia, al igual que años antes, en 1881, G. H. Lamson envenenó a sus dos cuñados utilizando aconitina, el único caso registrado en que se ha usado esta sustancia para matar. Eliminar a sucesivas mujeres por envenenamiento es un clásico entre los asesinos médicos. En 1935 B. Ruxton diseccionó a su mujer y criada arrojando sus restos por el campo. Mejor aún fue H. L. E. Clark, que en la década de los 30 administró arsénico al marido de su ama de llaves y pagó a 4 hombres para que asesinaran a su propia esposa.


Y no hablemos de matar pacientes, como el enfermero de Los Ángeles Robert Diaz que en 1984 mató a 12 pacientes con lidocaína haciéndose pasar por médico, o nuestro anestesista valenciano. Al parecer, esta profesión tiene un gran atractivo sobre quienes tienen un interés patológico en el poder sobre la vida y la muerte.

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